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Jardines de niños que unen a la comunidad como aula

  • Foto del escritor: CEA - MOPE
    CEA - MOPE
  • hace 3 días
  • 7 Min. de lectura



Denis Yamile García Núñez y

Luis García Janet Lizet

Universidad Iberoamericana, Ciudad de México 


Experiencias que transforman   


Incorporar el enfoque de comunidades de aprendizaje en el preescolar como una estrategia pedagógica es una apuesta por reconocer que la educación empieza en casa, se fortalece en la escuela y florece en comunidad (Buitrago y Fajardo (2019).  

El modelo de Comunidades de Aprendizaje comienza a tomar fuerza en distintos niveles educativos. Pero uno de los espacios donde más llama la atención su implementación es en el preescolar. ¿Es posible transformar la forma en que aprenden los niños más pequeños involucrando a familias, docentes y vecinos? ¿O es sólo una idea bonita difícil de aplicar? 


En una localidad cercana a Tehuacán, Puebla, fuimos testigos de que la educación puede ir mucho más allá del aula. Durante un viaje intercultural tuvimos la oportunidad de conocer un jardín de niños en el que la comunidad entera se convierte en parte esencial del proceso educativo. Lo que parecía una simple actividad escolar se transformó en una experiencia profunda de aprendizaje colectivo, memoria cultural y sentido de pertenencia. 


Todo comenzó en el aula, donde la maestra recibió con entusiasmo a padres, madres, comuneros, pescadores, directivos y hasta al coordinador de zona. Con calidez, presentó la planificación didáctica de la jornada, explicando que el aprendizaje no siempre se queda entre cuatro paredes, sino que muchas veces se fortalece cuando se vincula con la vida cotidiana y las tradiciones del lugar. 


Los niños, llenos de emoción, entonaron una canción que ellos mismos habían creado en náhuatl y español para dar la bienvenida al charal, un pez pequeño pero simbólico en la región. La docente nos compartió que, para crear la canción, pidió a sus alumnos que hablaran con sus familiares, abuelas, tíos o vecinos sobre esta práctica ancestral. Así, desde casa, comenzó a construirse el aprendizaje. 


Después nos dirigimos al río. Niños y adultos, mano a mano, nos adentramos en la experiencia de la pesca de charales. Antes de comenzar, los pescadores locales, reconocidos como sabios de su comunidad, nos guiaron en un breve ritual para pedir permiso a la naturaleza. Fue un momento solemne, donde todos, en silencio, reconocimos que el conocimiento también se halla en el respeto profundo por el entorno. 


La pesca fue una fiesta. Risas, asombro y alegría se mezclaban con enseñanzas prácticas: cómo observar la corriente, cómo cuidar la red, cómo evitar dañar a otros seres del ecosistema. Al volver, las madres de familia nos recibieron con los ingredientes listos para preparar un platillo tradicional. Cocinaron junto a los niños y nos explicaron cómo esta receta no sólo alimenta el cuerpo, sino también la memoria de quienes la han heredado por generaciones. 


Esa mañana no se enseñó únicamente a leer o a contar. Se transmitieron saberes comunitarios, se celebró la lengua originaria, se aprendió a convivir con respeto y a valorar las raíces. Fue una lección viva de que la escuela puede convertirse en un verdadero punto de encuentro, donde todos enseñan y todos aprenden. 


Esta experiencia nos dejó algo muy claro que, cuando la comunidad se involucra desde el corazón, la educación se vuelve real, significativa y profundamente transformadora. 


Aprender con otros: comunidades de aprendizaje en acción


Siguiendo a Buitrago y Fajardo (2019), las Comunidades de aprendizaje se entienden como organizaciones escolares que se fundamentan en la participación de diversos actores de la comunidad educativa, incluyendo docentes, estudiantes, familias y otros miembros de la sociedad. Su objetivo principal es mejorar los aprendizajes y la convivencia mediante el diálogo y el compromiso. Este modelo se presenta como una alternativa pedagógica que busca transformar las prácticas educativas tradicionales, fomentar el trabajo cooperativo entre docentes y promover espacios de reflexión e intercambio de experiencias. 


En la misma línea, Sato (2024, p. 33) añade una definición de lo que es la visión de la escuela en la comunidad para el aprendizaje:  


La escuela de la comunidad para el aprendizaje es la escuela en la que los niños y las niñas crecen aprendiendo unos y unas de los otros y las otras, es la escuela en la que las maestras y los maestros también crecen aprendiendo mutuamente como especialistas en educación, además, es la escuela en que los padres o tutores y las y los ciudadanos participan y colaboran en la reforma y crecen aprendiendo mutuamente. 

El preescolar, como una de las primeras instituciones educativas formales, enfrenta el reto de acortar la distancia entre la escuela y su entorno. En este nivel, las familias han sido tradicionalmente vistas como acompañantes externos, pero algunas experiencias apuntan a un cambio de enfoque: su participación activa en el proceso educativo. 

Para lograrlo, se requiere una mayor apertura por parte del personal docente, quien cumple un papel clave al facilitar la integración de otros actores sociales en las actividades escolares. La colaboración entre escuela, familias y comunidad no sólo fortalece el vínculo entre los niños y su entorno, sino que también permite explorar nuevas formas de aprendizaje. 


Como toda nueva filosofía pedagógica, las comunidades de aprendizaje tienen desafíos y limitaciones, desde definir qué contenidos y experiencias deben entrar al aula y cuáles no, hasta considerar qué tan sano y seguro es para niñas y niños abrir ciertos temas o dinámicas dentro del espacio escolar.  


Salamanca et al. (2021, p. 58) advierten que “los desafíos están relacionados principalmente con el involucramiento de todos los miembros de la comunidad, el diseño de actividades instrumentales y el tiempo extra que requiere la implementación de la estrategia”. 


A esto se suma la desigualdad en las condiciones de participación de las familias: no todos los padres y madres cuentan con el tiempo, los recursos o el capital cultural necesario para integrarse de forma activa en las propuestas escolares. Esta situación puede generar tensiones o incluso reproducir inequidades, especialmente cuando no se contempla la diversidad de contextos y posibilidades de cada comunidad. Por ello, implementar comunidades de aprendizaje implica un trabajo reflexivo constante, en el que se valoren los aportes sin que se idealice el modelo, y se planteen formas de adaptación realistas y pertinentes para cada entorno educativo.  


Más allá de las paredes: la Nueva Escuela Mexicana 


La Nueva Escuela Mexicana (NEM) es una propuesta educativa que busca mejorar la calidad de la enseñanza con un enfoque centrado en los estudiantes. Promueve la equidad, el desarrollo integral y la participación de la comunidad como parte del proceso formativo. Su objetivo es garantizar que niñas, niños y adolescentes alcancen su máximo potencial de aprendizaje, colocando sus necesidades en el centro de las políticas educativas. 


Dentro de sus pilares está vincular la escuela con la comunidad, como se menciona en Mejoredu (2023, p. 2),  


Hacer comunidad requiere la participación de docentes, estudiantes, familias, organizaciones sociales, autoridades educativas y políticas, y de la sociedad en general, para la construcción de la NEM que queremos, en el entendido de que la educación es un bien público y común que nos debe importar, independientemente de que nuestros hijos o familiares asistan a la escuela o hayan concluido su formación académica.   

En el marco de la NEM, la comunidad adquiere un papel fundamental dentro del proceso educativo, especialmente en el nivel preescolar. Este enfoque reconoce que la escuela no sólo transmite conocimientos, sino que también puede ser un espacio donde la cultura, los valores y las tradiciones locales se mantienen vivos. 


El caso relatado en una comunidad de Tehuacán, Puebla, al inicio del texto, permite observar cómo personas de la comunidad como mujeres cuidadoras y conocedores de prácticas tradicionales participan activamente en la formación de los niños, que comparten saberes vinculados a su historia, lengua y costumbres. Este tipo de colaboración fortalece el aprendizaje, pero también contribuye a preservar la diversidad cultural del país, evitando que se diluya en modelos educativos homogéneos. 


Educación inicial que transforma comunidades


En comunidades donde persisten desigualdades sociales y educativas, el nivel preescolar puede convertirse en un espacio clave para generar vínculos, fortalecer la participación social y promover una educación más equitativa. La figura del jardín de niños trasciende sus muros cuando se abre a la colaboración con madres, padres, vecinos y actores locales, dando paso a comunidades de aprendizaje. 


Como bien señala Ackerman (2008, citado en Stoiljković et al., 2024, p. 627) 


El  concepto  de  comunidad  de  aprendizaje  profesional  ha  cobrado  impulso  en  los  últimos  años.  Numerosas fuentes   indican que una comunidad de aprendizaje bien estructurada y organizada tiene un efecto positivo en la práctica educativa y el rendimiento de los niños. 

Los adultos, en lugar de ser espectadores, se integran como participantes activos en la experiencia educativa, comparten valores, tradiciones y formas de vida que enriquecen el proceso formativo. Los jardines de niños se transforman, así, en aulas vivas donde educar es una tarea compartida. Desde temprana edad, los niños aprenden a convivir, a escuchar distintas voces y a construir conocimiento en colectivo. Cuando este modelo se implementa de manera intencionada, el aprendizaje cobra sentido y se arraiga en el contexto de cada comunidad. 


Reflexiones finales


El preescolar no sólo es el inicio del camino educativo; también puede ser el punto de encuentro entre la escuela y la comunidad. La incorporación de las comunidades de aprendizaje en este nivel ofrece una alternativa para enriquecer el proceso formativo con la participación activa de familias, saberes locales y experiencias compartidas. 

En este marco, la NEM impulsa una visión de la educación centrada en la equidad, el desarrollo integral y la vinculación con el entorno. Bajo este enfoque, la escuela ya no es un espacio aislado, sino un enlace  de interacción social y cultural. 

No obstante, llevar este modelo a la práctica supone desafíos importantes. ¿Estamos preparados como sociedad para que la educación deje de ser responsabilidad exclusiva de la escuela? ¿Quién decide qué saberes comunitarios deben entrar al aula y cuáles no? ¿Hasta qué punto las familias quieren o pueden participar activamente en la educación formal? 


Referencias  


Buitrago, M. M. S., y  Fajardo, M. E. S. (2019). Comunidad de aprendizaje, un espacio de formación para transformar las prácticas docentes. Educación y ciencia, (23), 69-81. 

Mejoredu (2023). Boletín mensual de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (18). Mejoredu. https://www.mejoredu.gob.mx/images/publicaciones/boletin-3/Boletin-18-2023.pdf 

Stoiljković, Časlav, Kompirović, T., y Popović, D. (2024). Comunidad de aprendizaje como marco para el desarrollo profesional del profesorado de preescolar: enfoque teórico e implicaciones prácticas. Revista Internacional de Investigación Cognitiva en Ciencia, Ingeniería y Educación (IJCRSEE), 12(3), 669-679. https://doi.org/10.23947/2334-8496-2024-12-3-669-679 

Sato, M. (2024). Transformar la escuela planeación y práctica de la comunidad para el aprendizaje. Universidad Iberoamericana. 

*Consejo editorial integrado por: Ibero-Ciudad de México (Alejandra Luna Guzmán, Luis Antonio Mata Zúñiga, María Mercedes Ruiz Muñoz, Sylvia Schmelkes del Valle y Marisol Silva Laya); Ibero-Puebla (Lorena Yazmín García Mendoza e Itzel López Nájera); Ibero-Torreón (Eiko Gavaldón Oseki); ITESO (Juan Carlos Silas Casillas). 

**  Texto elaborado en el marco del seminario de Divulgación de las ciencias y la cultura, coordinado por la Dra. María Mercedes Ruiz Muñoz, Primavera de 2025.

 
 
 

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