María Montessori: la científica que escuchó a los niños
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- hace 1 día
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Fredel Levy Atri
Universidad Iberoamericana Ciudad de México
La mayor señal del éxito de un maestro es poder decir: “los niños ahora trabajan como si yo no existiera” María Montessori
Una revolución silenciosa
Imagina un aula en silencio, no por temor ni castigo, sino por concentración. Los niños pequeños se mueven con libertad, eligen sus propias actividades, trabajan con materiales diseñados para aprender por sí mismos. Esta imagen, que hoy puede parecernos moderna y revolucionaria, fue concebida hace más de un siglo por una mujer que cambió la historia de la educación: María Montessori.
En una época en la que la niñez era vista como una etapa obediente a las normas, y las mujeres eran excluidas a roles secundarios, María Montessori alzó la voz, no con discursos, sino con una propuesta radical: confiar en el niño. Fue la primera médica italiana, una científica rigurosa, una observadora incansable, pero, sobre todo, una pedagoga que puso a la infancia en el centro del pensamiento educativo. Su vida, marcada por la lucha, la intuición y la evidencia, nos deja una pregunta clave: ¿qué tipo de humanidad estamos formando cuando educamos?
Este relato busca no sólo contar la historia de una mujer brillante, sino también abrir un debate vigente: ¿por qué, si sabemos que los niños aprenden mejor en libertad, seguimos educando para la obediencia?
El origen de una mente inquieta
María Montessori nació en 1870 en Chiaravalle, Italia, en una época en la que el saber era cosa de hombres y las mujeres apenas podían soñar con estudiar. Pero ella no aceptó ese destino. Desde joven, desafió normas: quiso ser ingeniera, y luego médica. Logró ingresar a la Facultad de Medicina de la Universidad de Roma en 1890, y se convirtió en la primera mujer médica del país, una hazaña impensable en su época.
Durante sus prácticas en hospitales, comenzó a trabajar con niños con discapacidades intelectuales. Allí notó que el sistema no los ayudaba a aprender, sino que los excluía.
En lugar de resignarse, Montessori decidió observarlos, entender sus ritmos, adaptar los espacios. Su mirada no era de compasión, sino de respeto por su inteligencia distinta. Descubrió que, con materiales manipulativos, estos niños podrían desarrollar habilidades que nadie creía posibles. Así comenzó su giro de la medicina a la pedagogía.
La Casa de los Niños: el inicio del método
En 1907 fundó la primera Casa dei Bambini, en San Lorenzo, un barrio obrero de Roma. Fue allí donde desarrolló y sistematizó lo que hoy conocemos como el método Montessori. No se trata de una teoría improvisada, sino del resultado de una observación científica rigurosa. El aula se transformó en un laboratorio: cada material, cada mueble, cada actividad estaba al servicio del niño.
Los pilares del método son claros:
– El ambiente preparado: todo en el aula tiene un propósito pedagógico.
– La libertad con responsabilidad: el niño elige, pero dentro de límites claros.
– La autoeducación: los materiales permiten al niño corregirse a sí mismo.
– El respeto al ritmo individual: no se obliga, se acompaña.
Montessori entendió que la mente infantil es absorbente y que, bien guiada, puede desarrollar no sólo conocimientos, sino también voluntad, concentración y sentido ético. La pedagogía dejó de ser un acto de imposición para volverse una relación de acompañamiento y escucha.
Según Montessori (1949), la mente del niño pequeño no aprende de forma pasiva, sino que absorbe activamente todo lo que lo rodea, formando así la base de su desarrollo integral.
En palabras de Hernández et al. (2021), el método Montessori no sólo es una técnica educativa, sino un modo de vida fundamentado en el respeto, la confianza y el amor hacia las potencialidades del niño. Fue concebido, además, como una respuesta pedagógica especialmente eficaz para acompañar a aquellos niños que enfrentan dificultades en su aprendizaje curricular, ya que promueve su desarrollo integral en los ámbitos físico, emocional, social y cognitivo.
Esta visión integral, que reconoce al niño no como un recipiente vacío, sino como un ser lleno de potencialidades, marcó una ruptura con los modelos educativos que buscaban corregir, homogeneizar y clasificar. Montessori demostró que la educación no debía adaptarse a un promedio idealizado, sino abrirse a la diversidad real de cada niño. Su enfoque, en lugar de diagnosticar la diferencia, la acompaña con herramientas concretas: materiales sensoriales, tiempos flexibles y un ambiente donde el error no era castigo, sino parte del proceso. Así, el aula se convertía en un espacio de libertad responsable, donde incluso los niños considerados “incapaces” podían revelarse como profundamente capaces cuando eran tratados con dignidad y confianza.
Un legado incómodo para la educación tradicional
Aunque su método se difundió rápidamente por Europa y América, Montessori también encontró resistencias. Su visión de un niño libre y activo chocaba con el modelo tradicional, basado en el control y la repetición. A lo largo del siglo XX, sus ideas fueron adoptadas, reinterpretadas y, en muchos casos, mal entendidas.
Hoy, Montessori sigue generando debate: ¿por qué, si los estudios respaldan su enfoque, seguimos educando para exámenes y no para la vida? ¿Qué miedo nos impide soltar el control y confiar más en quienes educamos?
Investigaciones actuales han validado su intuición. Lillard (2011) y otros estudios confirman que los niños Montessori desarrollan mejor autorregulación, resolución de problemas y motivación intrínseca. Pero aplicar su método va más allá de copiar muebles o materiales: implica cambiar la mirada del adulto. Y eso, en muchos sistemas educativos, sigue siendo una barrera.
Un ejemplo profundamente conmovedor se encuentra en la frontera entre Tailandia y Birmania, donde miles de niños refugiados viven en condiciones extremas. Muchos han nacido en campos de desplazamiento, sin acceso a una educación digna ni a entornos que cuiden de su desarrollo integral. Y, sin embargo, ahí mismo, Montessori ha logrado echar raíces.
Un estudio titulado Improving Outcomes for Refugee Children [Mejorar los resultados para los niños refugiados] documenta cómo, a través de la implementación del método en estas comunidades, se lograron avances significativos en las áreas personal y social. Los niños ganan autonomía, confianza, habilidades para convivir y, sobre todo, vuelven a experimentar el aprendizaje con alegría y propósito.
Children in Montessori programs scored significantly higher in personal-social development compared to those in non-Montessori programs [Los niños en programas Montessori obtuvieron puntajes significativamente más altos en desarrollo personal-social, en comparación con aquéllos en programas no Montessori] (Lillard y Else-Quest, 2010).
La experiencia en la frontera tailandesa-birmana subraya la adaptabilidad y eficacia del método Montessori en contextos diversos, y reafirma la idea de que, cuando se confía en la capacidad innata de los niños para aprender y se les proporciona el entorno adecuado, pueden superar obstáculos y alcanzar su máximo potencial.
Este caso no sólo respalda científicamente la eficacia del método: nos recuerda que educar con respeto no requiere lujos, sino voluntad. Y que incluso en medio del caos, la infancia puede ser sostenida por el cuidado, la libertad y la belleza.
Montessori en la vida real: pequeños actos, grandes aprendizajes
He aquí una escena real: un niño de tres años en una escuela Montessori está sirviendo agua con una jarra de cerámica. Lo hace con cuidado, concentrado, sin ayuda. De pronto, la jarra se resbala y se rompe. El niño no llora. No lo regañan. Simplemente va por una escoba, limpia los restos con la guía a su lado, y después dice: “Voy a tener más cuidado la próxima vez”.
Parece algo pequeño, pero en realidad, es una lección de vida. Aprendió sobre la fragilidad, la consecuencia de sus actos, el valor de reparar… y todo sin sermones ni castigos.
Ese tipo de aprendizajes, que tocan el corazón y fortalecen el carácter, son los que el método Montessori permite cada día.
Ser guía Montessori: donde el método se vuelve vida
Mi historia con el método Montessori no comenzó en la universidad ni en el aula como guía, sino desde la infancia. Tuve el privilegio de haber cursado kínder, primaria y secundaria en una escuela Montessori. Crecí entre materiales sensoriales, lecciones en tapete y ambientes preparados. Entonces no entendía por qué mi escuela era distinta de todas las demás, pero lo sentía: había libertad, respeto y mucha escucha. Y ahora, como guía Montessori en un kínder, todo cobra sentido.
Hoy, desde el otro lado del salón, confirmó lo que viví como niña: que el método no es sólo una pedagogía, es una filosofía de vida. Cada día, al acompañar a niños y niñas en sus procesos, descubro algo nuevo del método y de mí misma. Me sorprendo con su capacidad de concentración, con la manera en que se apropian del ambiente y con su ternura al resolver conflictos o reparar sus errores. Aprendo de ellos tanto como ellos, o tal vez más.
Ser guía Montessori no es dirigir; es observar con atención, confiar profundamente, y saber cuándo intervenir y cuándo hacerse a un lado. Cada acción está llena de intención, desde cómo presento un material hasta cómo respondo a una emoción. Me he dado cuenta de que educar desde este enfoque no sólo transforma a los niños, sino también a los adultos. Me ha enseñado que la verdadera libertad nace del respeto y que la autoridad se construye desde la coherencia, no desde el control.
Cada día que entró al aula, siento que María Montessori sigue ahí. No como figura lejana, sino como esa voz que nos recuerda: “Observa. Confía. El niño sabe el camino”. Y cada vez que veo a un niño resolver un conflicto por sí solo, concentrarse en una actividad o consolar a un compañero, entiendo que su legado sigue más vivo que nunca.
El futuro no es una meta, es un modo de mirar
No es casualidad que Montessori hablará de educación como una “obra de paz”. Detrás de cada material, cada elección libre, cada ambiente preparado, hay una intención profunda: crear seres humanos capaces de habitar el mundo con conciencia y con cuidado.
Y quizá eso es lo más revolucionario: pensar que el cambio no comienza en grandes reformas, sino en el modo en que hoy miramos a un niño que vierte agua, que resuelve un conflicto, que pregunta por qué. En esa mirada se juega el mundo que viene.
El futuro no se diseña con promesas. Se cultiva en el presente, con pequeños actos de respeto, de escucha, de fe en el otro.
Montessori no nos dejó un manual, nos dejó una forma de habitar la infancia, y con ella, la esperanza. No hay respuestas únicas, pero sí hay una certeza: cuando se confía en el niño, el mundo cambia.
¿Y si el futuro de la humanidad dependiera, precisamente, de dejar que los niños sean niños?
Referencias
Hernández, P. V., Onofre, V. D. R., y Gómez, V. J. (2021). La pedagogía Montessori y su incidencia en la Educación Inicial. Dilemas Contemporáneos: Educación, Política y Valores, 9(1).
Tobin, T., Boulmier, P., Zhu, W., Hancock, P., y Muennig, P. (2015). Improving outcomes for refugee children: A case study on the impact of Montessori education along the Thai-Burma border. The International Education Journal: Comparative Perspectives, 14(3), 138-149. http://openjournals.library.usyd.edu.au/index.php/IEJ/article/view/8427
Sánchez, M. (2015). María Montessori: su pedagogía y su vigencia en la educación actual. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 17(3), 46-58.
González, R. A. (2019). El método Montessori: Una pedagogía para la vida. Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, 49(3), 45-66.
Obregón, N. (2006). Quién fue María Montessori. Contribuciones desde Coatepec, (10), 149-171. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=28101007
Lillard, A. S. (2011). Montessori: The science behind the genius. Oxford University Press.
Montessori, M. (1949). La mente absorbente del niño. Ediciones Paidós.* Consejo editorial integrado por: Ibero-Ciudad de México (Alejandra Luna Guzmán, Luis Antonio Mata Zúñiga, María Mercedes Ruiz Muñoz, Sylvia Schmelkes del Valle y Marisol Silva Laya); Ibero-Puebla (Lorena Yazmín García Mendoza e Itzel López Nájera); Ibero-Torreón (Eiko Gavaldón Oseki); ITESO (Juan Carlos Silas Casillas). ** Texto elaborado en el marco del seminario de Divulgación de las ciencias y la cultura, coordinado por la Dra. María Mercedes Ruiz Muñoz, Primavera de 2025. Se trata de una experiencia en el Método Montessori, que actualmente se trabaja en un Kínder de este tipo.
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